Hola! Mi nombre es Arturo.
Que estés aquí lo siento como un privilegio.
Por una vez puedo contarte quién soy por detrás de las fotos.
Todos los fotógrafos vemos la historia ante nuestros ojos según lo que somos y hemos sido, y eso es fascinante! Porque implica que narrar como fotógrafo no sea una profesión científica ni infalible, sino una consecuencia de todos los rasgos que nos hacen únicos: los lugares que hemos vivido y conocido, las edades a las que descubrimos el significado de cada emoción. Hasta el aroma fugaz de situaciones en las que ya hemos estado.

A mí me gusta fotografiar a través de la grilla compositiva de mi formación técnica como diseñador.
Pero como componer no es conmover entendí muy pronto que eso no sería suficiente. Para ser sincero y convincente tengo que conmoverme a mí mismo en primer lugar. Aprendí -y aun aprendo- a observar en silencio y sorprenderme, a anticiparme a una carcajada por haber traducido la conversación de unos labios a lo lejos. A mirar siempre a los ojos, a leer desde allí lo que está sucediendo por dentro.
Aprendo que estar físicamente presente y estar cerca son dos cosas diferentes. Cuanto más espacio físico y emocional te doy, más autenticidad y frescura recibiré de tu parte. Y en ese punto, cuando cada parte hace lo suyo de la mejor manera, sucede lo esperado: creen ustedes su propia historia, que yo sólo me limitaré a documentarla. Y a vivirla.
Guardo en mi GPS el patio montevideano de la casa de Annelise y Davis, con niños correteando y ellos preparándose entre cajas de mudanza y paquetes de yerba -claro que sí, cómo no?- siempre a mano.
Con Vanesa y Karl armamos (y “armamos” es excesivamente inclusivo a mi favor: más bien apenas fui un testigo) una fogata a la sombra de un bosque finlandés para después caminar dentro de un lago, con los pies tibios y descalzos.
Angie y Eric imaginaron una pequeña -éramos menos de diez!- ceremonia en París, a espaldas de la Torre Eiffel. El día era lluvioso y frío, pero ninguno de los que estuvimos lo recuerda así.
Flor y Pablo llevaron a sus amigos indispensables a Cancún, para una ceremonia que luego se convirtió en una caravana de luna de miel.
Sara y Martín me hicieron parte a otro nivel: se vistieron/nos vestimos de alpargatas para usarlas en las montañas saturadas de verde en Medellín.

Y así tantos momentos puntuales. Inolvidables por lo cotidianos, sencillos y verdaderos, como suceden cuando la realidad no está en función de una cámara encendida. No hay nada que supere en valor al realismo de los días simples, convertidos en extraordinarios con el paso del tiempo.
Cuidaré tu historia porque es parte importante de la mía.
Porque vos y sólo vos vas a ser protagonista real de tus propios recuerdos.
No va a existir un mira aquí/ hagamos esto/ qué tal si repetimos aquello.
No!
Voy a mostrarte sólo lo que vi, lo que existió.
Conservaremos también todas las imperfecciones, sobresaltos, desencuadres y ojos cerrados que te sorprenderán como jamás lo haría un momento inexistente y posado.
Tu futuro se merece un registro genuino de estas emociones.

Cómo trabajo

Fotografío solo. 
Da igual si en el evento hay 50, cien o el doble de personas. Y contártelo así no es subestimar anticipadamente ninguna situación en absoluto: es una toma de posición basada en mis convicciones. Y mis convicciones les desean todo el bien del mundo a tus recuerdos. 
Pero, Arturo... cuantas más personas hayan más podrías perderte de lo que está sucediendo. O no?
Afortunadamente sí. Afortunadamente no.
Fotografiar a modo documental es un acto de fe. Es estar despierto a indicios, a tejer hipótesis sin consultar expresamente a nadie, es basarse en observar y tejer relaciones a partir de miradas, abrazos y tonos. Es también saber que por muy poco que alteremos el desarrollo de los acontecimientos con una orden o un pedido... ya está, ya estamos coprotagonizando una historia que no nos pertenece. Elegimos estar adonde creemos de corazón que algo está por suceder delante nuestro. Y mientras esperamos ese algo -que puede ser tan efímero como el sorbo de una copa- hay otro algo más que sucederá en simultáneo en otra parte. Siempre, da igual cuando leas esto y cuántas cámaras hayan coexistido. No se trata del temor de no perderse nada, se trata del valor de elegir con convicción. Elegimos. Siempre estamos tomando esas decisiones. 
Y así como la calidad de un libro no se mide por la cantidad de autores que posee, la autenticidad de la historia tampoco se mide por el número de ojos que la han visto. Se mide justamente por sí misma: por su guión, por haberse basado en ustedes y en nada ni nadie más. La historia son ustedes, sus amigos, lo que aconteció a sus espaldas mientras reían a veinte metros de este momento que ahora están descubriendo en una imagen. Todas las buenas historias también están compuestas por silencios y páginas en blanco. Y luego cada quien enlaza y complementa en su mente cada capítulo. En este punto sí todos podemos ser protagonistas, cuando todo finalmente ha sucedido.
Voy adonde tu historia nos lleve.
He fotografiado vidas y parejas en más de diez países. He llegado en tren, avión, en lancha cuando fue imprescindible hacerlo. Corrí cuadras con mi mochila evitando embotellamientos. Dormí profundamente en buses así como manejé kilómetros haciendo cuenta regresiva en voz alta con el GPS encendido. Viajé, viajo y viajaré, porque esta parte es una de las que más amo de mi vida de fotógrafo: sumar kilómetros y nuevas experiencias. El próximo destino será tu historia.
Vamos a conocernos!